jueves, 29 de septiembre de 2011

Motion is emotion



Yo soy burguesa (tengo casa, coche y dos televisiones), de izquierdas (no confundir con militante de un partido cualesquiera), de mediana edad (eufemismo que me hace sentir mejor cuando me acuerdo de que cuándo nací Franco aún vivía) e indignada (tengo perro, pero no flauta. Eso sí, mi canario silba de maravilla).

Todo el mundo habla del Movimiento 15M y yo no quería ser menos. Porque por las barbaridades que he escuchado no hace falta tener una inteligencia privilegiada para opinar sobre esto. De hecho no hace falta ni tener inteligencia de algún tipo.

Por si algún marciano o ermitaño está leyendo esto y no sabe lo que es el 15M lo resumiré a mi modo: un montón de gente de todo tipo que está hasta los mismos ¢Øjص€§ (ejem…) y que o lo gritan o revientan. ¿Y qué gritan?

Los más jóvenes repiten que “les están robando su futuro”. A la vista de los datos yo no me atrevo a llamarles “victimistas” sino más bien “realistas resilientes”.

Los de mediana edad (eufemismo again) afirmamos que nos engañaron cuando éramos jóvenes y que ahora le están robando el futuro a nuestros hijos. Luchamos por ellos. En serio.

Los más mayores intentan entender un follón nacido de la mentalidad 2.0. o intentan ignorarlo porque para eso ellos ya vivieron sus propias guerras. Están en su derecho.

A mi pobre entender las demandas de que éste fenómeno se vuelva más orgánico, o incluso de que se politice, proceden de gente que no termina de comprender la causa y el propósito. La causa es el hartazgo, la indignación, la impotencia y, ¿por qué no? el miedo. Pero la cuestión está en el propósito. El movimiento 15M no quiere cambiar el mundo, no es el responsable de hacerlo. Eso sería como si los padres de los hijos vagos les hicieran los deberes: ni es la obligación de esos padres, ni sirve para nada.

Lo que hacen los indignados es exigirle a quienes tienen el poder de arreglar las cosas que lo hagan.  Que dejen de mirarse el ombligo, o más bien el bolsillo, y miren a su alrededor. Porque nos hemos dado cuenta hace tiempo de que no están trabajando para nosotros, de que nos consideran “máquinas de gastar” y no personas, y de que sabemos que si no llegamos a fin de mes es porque ellos llegan con demasiada holgura. Porque ellos hasta ahora no sabían que nosotros lo sabíamos.

En ese sentido el 15M empieza a funcionar. Algunos políticos afirman que incluirán algunas demandas en sus programas. Vale, eso es como si te prometen que te van a regalar el arco iris: es muy bonito pero además de ser mentira no vale para nada. Aún así, por algo hay que empezar ¿no?. Otros se enfadan, insultan y se ponen en evidencia, dándole sin querer más importancia y eco a  los indignados y proporcionándonos algunos momentos de guasa y/o debate impagables. Algo es algo.

Tal y como está montado todo lo único que podemos hacer es gritar. Así que gritamos. Con pancartas, con acciones de guerrilla, con manifiestos en la web… con lo que podemos. Tal vez a base de reventar tímpanos y crispar paciencias logremos algún pequeño espacio en el que instalar algo nuevo. Y que luego crezca. Tal vez no. Pero lo que no podemos hacer es dejar de gritar porque ya hemos comprobado que el silencio es el mejor abono para la desvergüenza. 

jueves, 22 de septiembre de 2011

Adorables a rabiar, chicos

¿Sabéis que en un zoo de Kiev, un grupo de animales de lo más dispares se han puesto de acuerdo para fugarse?. Según el director del zoo no es algo raro y ocurre de vez en cuando en este tipo de sitios. Pero ¿ocurrirá mucho que se pongan de acuerdo para hacerlo a la vez 2 zorros, 8 puercoespines y 7 lirones que además viven en hábitats separados?.




Los animales llevaban meses preparando la huída (ríete tú de Michael Scofield), hasta que lograron salir todos juntos. Llamativo teniendo en cuenta, por ejemplo, que los zorros comen lirones. Sin embargo lo que a mí me provoca mariposas en el estómago es el motivo: Por un lado las penosas condiciones de vida que sufrían. No en vano el zoo de Kiev es uno de los peores del mundo. Por otro, el hecho de que varios animales habían muerto misteriosamente suceso que, según los expertos, el resto pudo percibir y ponerles nerviosos.Y eso que ellos no sabían lo que algunos malpensados humanos andaban diciendo: que las muertes eran producto de la ambición (y los frascos de veneno) de alguna de las empresas que ansían poseer el  valioso suelo en el que se encuentra el zoo. Si los animales hubieran sabido eso, a lo mejor se fugan todos al grito de ¡que viene el especulador! (por cierto, se rumorea que estos últimos serán los protagonistas de la próxima entrega de The Walking Dead, aunque yo creo que la productora no se atreverá. Una cosa es asustar y otra pasarse tres pueblos).

Bueno, retomando:.Encarcelados, maltratados, víctimas de la codicia del más inhumano de los seres… ¿por qué no? ¿No es eso lo que nos hacemos también entre nosotros? ¿A nadie se le viene a la cabeza el nombre de alguna versión para humanos del zoo de Kiev?. Entonces, ¿por qué no a los animales? Después de todo, y en palabras de la excelsa filósofa y activista pro derechos fundamentales Ana Botella el planeta "está al servicio del ser humano porque el ser humano es el centro”.

Pues ya que cito se me vienen a la cabeza otras palabras: “el hombre es egoísta, aparece en medio de la noche y arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Es como una serpiente que devora su propia cola para sobrevivir”. “Lo que el hombre no entiende es que lo que le haga a la tierra, a la larga, se lo hace a sí mismo. Y cuando al final la tierra esté destruida los animales se marcharán o morirán. El hombre gobernará el mundo solo hasta que, perdido y desolado, él también quedará borrado de la faz de la tierra. Pero eso no nos sirve de consuelo ahora porque todos pereceréis si no os defendéis con contundencia de la humanidad”.

Sí, es de la película United Animals y lo dice una tortuga de 700 años que demuestra ser más inteligente que Ana Botella. También es verdad que la Botella es más joven, así que achacaremos sus declaraciones a la “inconsciencia de la pubertad”.


Y por lo que a mi respecta, aún no sé si huir, hacerme tortuga o engancharme a la botella (en minúscula, por supuesto).

viernes, 16 de septiembre de 2011

Está todo mal


Al grito de "ESTA TODO MAL" nos enganchamos a los spots de una conocida marca que ha sabido sintentizar perfectamente en una frase un sentimiento más que general. Pero lo que a mi más me motiva es el slogan de la campaña: "tengo derecho a mi fiesta". Porque esa es la base de todo lo que está pasando (me refiero a la supercrisis, claro, que para eso es el tema de moda).

Todos sentimos que tenemos derecho a nuestra fiesta, una juerga que cada cual entiende a su manera. En este momento de mi vida mi juerga es que los niños se vayan a la cama y yo pueda tirarme delante de la tele a ver una buena serie o película sin cortes (publicidad, "ring, ring: hola me llamo walter y tengo una oferta para usted", "mamá tengo hambre/sed/necesidadindeterminadaperoacuciante"...) Para otros la fiesta es el macrobotellón en la plaza del pueblo y a algunos lo que más les divierte es mirar su cuenta bancaria y que engorde más que Cartman en un buffet libre.

Todos provocamos daños colaterales al empeñarnos en ejercer nuestro derecho a la fiesta. Yo perjudico muy mucho a los pobrecitos autores de las obras audiovisuales que aparecen en mi tele a golpe de click (lo reconozco y me flagelo por ello). Los del macrobotellón dejan la plaza del pueblo echa unos zorros, además de perjudicar a sus preciosas neuronas que deben servirles para acabar complicadas carreras universitarias que adornen la pared de su cuarto (el cual no abandonarán hasta los ¿treinta y cuantos?). Y respecto a los engordadores de cuentas bancarias y a Cartman no entraré en detalles porque ya los conocemos sobradamente.

Lo que quiero decir es que todos, en una medida o en otra, hemos puesto nuestro granito de arena para que las cosas estén como estén: por pedir créditos a diestro y siniestro para darnos nuestra fiesta (un coche más grande, una tele más plana, una casa de precio más obsceno...), por consentir que muchos políticos y medios de comunicación nos tomaran por tontos sin gritarles que no lo somos, por especular si teníamos la ocasión de hacerlo, por comprar aquello que nos vendía el especulador, por no negarle el saludo al que especulaba, por agachar las orejas asustados ante el mobbing y otras lindezas laborales.........

Y ahora nos quejamos de que ESTA TODO MAL, y queremos seguir teniendo derecho a nuestra fiesta. Yo la primera, faltaría más. Pues una de dos: o forzamos la máquina para que la fiesta dure lo que pueda y cuándo reviente nos aguantamos (porque no te engañes, esto no ha reventado todavía), o buscamos una fiesta nueva con menos efectos colaterales.

¿Alguna sugerencia?