El dinero no existe. Hace mucho tiempo que ocurrió, pero hasta ahora no nos habíamos dado cuenta. Incluso ahora hay mucha gente que no lo sabe. Pero es una realidad tan aplastante que cada vez es más difícil ignorarla.
Hace unos años yo trabajaba como profesora de audiovisuales y artes escénicas. El profesor de Formación y Orientación Laboral se largó de la escuela a la francesa (por motivos muy comprensibles, por otra parte) y en mí recayó la tarea de impartir el último trimestre de su asignatura, precisamente comenzando por el tema “Principios de economía”. ¿Qué sabía yo sobre eso?. Nada, obviamente. Así que hable con un amigo que estudiaba Económicas, me metí en internet, pedí libros y leí y escuché cuanto pude.
Aprovecho para hacer uno de estos incisos que tanto me gustan: queridos padres y madres, alumnos de escuelas privadas de todos los niveles, siento decirles que sí, que puede que en esa escuela tan carísima que están pagando y en la que les anuncian profesores “altamente cualificados” también se estén haciendo éstas cosas. Y no todos los sustitutos pueden o se molestan en leer tanto.
Continuando con el tema, fue entonces cuando descubrí que vivíamos en una peligrosa mentira. Leí mucho sobre el, ahora tristemente famoso, “mercado”, sobre la oferta, la demanda, los factores de producción, sobre inflación y deflación… y sobre el dinero. Resumiré su historia si ustedes me lo permiten (y si no también, qué le vamos a hacer).
El dinero vino para acabar con los desacuerdos sobre valor propios del sistema de trueque. Se acordó que el oro sería el que sirviera para dar valor universal a los intercambios (metal dúctil y maleable, muy resistente a la corrosión y ¡atención! presente en nuestro planeta en cantidad finita). Luego se cambió el oro físico por monedas acuñadas y más tarde por papel moneda. Ventajas: mayor ligereza y sobre todo el poder guardar el valioso oro a buen recaudo. Gran desventaja: perdías tu oro de vista y quedaba bajo el control de extraños/banqueros.
Los precios subieron cada vez más. Claro, fabricar moneda es fácil y a todos nos gusta la riqueza ¿verdad?. El problema es que cada vez había más papel y menos oro. Al final ese papel no podía cambiarse por el oro que le respaldaba, a no ser que fueran dólares estadounidenses (en los acuerdos de Bretton Woods, tras la II Guerra Mundial, se acordó que todas las divisas podían ser convertibles a dólares de EEUU y sólo ese dólar podía cambiarse por lingotes de oro. ¡Qué listos!, ¿eh?).
No fue hasta 1971 cuándo los demás países empezaron a sospechar que tampoco el dólar americano podría cambiarse por oro. Una vez más una guerra (el mejor invento del mundo para ganar dinero) fue el desencadenante. EEUU estaba endeudado hasta las orejas por la guerra de Vietnam y eso lo estaban pagando los norteamericanos con sus impuestos (por no hablar de las vidas de los soldados, pero como eso en último término es un ahorro para las arcas estatales da igual). Los bancos centrales europeos (ilusos ellos) intentan convertir sus dólares en oro. Esto hace que la citada moneda cada vez valga menos, y menos, hasta tener que reconocer que no hay oro bastante para respaldar tanta moneda como se ha acuñado.
¡Dios mío!, si el dólar no vale nada ¡nuestro dinero es solo papel!, ¡el mundo se hunde porque sin dinero ya no somos nada!... Por supuesto encontraron una solución: se acabó para siempre la convertibilidad del dinero en oro y sustituimos su valor por los acuerdos y movimientos de los “mercados”. Desde 1973 a hoy el dinero tiene valor gracias a la creencia subjetiva de que será aceptado por los demás habitantes de un país o zona económica como forma de intercambio. No hay ningún activo que lo respalde y por eso se llama “dinero fiduciario” (bonito palabro), es decir, que se basa en que ha sido declarado por el Estado, que busca el respaldo en el PIB (a más PIB más derecho tengo a imprimir moneda). Es un pacto social.
Pero ya sabemos que todas las partes implicadas en un pacto deben cumplirlas. Y aquí está el problema. Nosotros los usuarios de a pié seguimos trabajando para lograr una cantidad X de dinero, con la que se supone que podremos comprar una cantidad Y de bienes. Pero los que nos suministran esos bienes han decidido darle por su cuenta otro valor a nuestro dinero. Así por la misma cantidad Y nos piden X+2 (o +3, o +4… suma hasta que el los usuarios de a pié puedan soportarlo. Y los usuarios demostramos ser extremadamente sufridos, o tontos, yo que sé).
Hay unos culpables para todo esto. Los artífices de todo este tinglado (los banqueros), los consentidores en busca de su tajada del pastel (los gobiernos), los encargados del adoctrinamiento de las masas y el enmascaramiento de la realidad (los mass media), las masas pasivas que preferían seguridad a libertad (nosotros).
¿Y ahora qué vamos a hacer? ¿escucharemos a los que dicen que “reactivar el consumo” es la solución? ¿u optaremos por “reactivar nuestra mente” para hallar caminos más justos y lógicos?. Nuestro sufrimiento está creciendo en proporción directa a nuestro conocimiento. Podemos ser avestruces y dejar conocer, meter la cabeza bajo tierra aún a riesgo de que nos devore el depredador de turno. Y podemos actuar como animales inteligentes y usar nuestro conocimiento para sobrevivir.
En caso de escoger la segunda opción echa un vistazo a este video. Si crees que mis post son largos ya te aviso de que es un corto de casi 30 minutos. Pero también es más ameno que yo, así que te recomiendo que lo veas hasta el final, que es lo mejor.
El que inventó el dinero se quedó descansando la madre que lo parió
ResponderEliminarEl descansando a cambio de que los demas curremos como burros.
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