viernes, 16 de septiembre de 2011

Está todo mal


Al grito de "ESTA TODO MAL" nos enganchamos a los spots de una conocida marca que ha sabido sintentizar perfectamente en una frase un sentimiento más que general. Pero lo que a mi más me motiva es el slogan de la campaña: "tengo derecho a mi fiesta". Porque esa es la base de todo lo que está pasando (me refiero a la supercrisis, claro, que para eso es el tema de moda).

Todos sentimos que tenemos derecho a nuestra fiesta, una juerga que cada cual entiende a su manera. En este momento de mi vida mi juerga es que los niños se vayan a la cama y yo pueda tirarme delante de la tele a ver una buena serie o película sin cortes (publicidad, "ring, ring: hola me llamo walter y tengo una oferta para usted", "mamá tengo hambre/sed/necesidadindeterminadaperoacuciante"...) Para otros la fiesta es el macrobotellón en la plaza del pueblo y a algunos lo que más les divierte es mirar su cuenta bancaria y que engorde más que Cartman en un buffet libre.

Todos provocamos daños colaterales al empeñarnos en ejercer nuestro derecho a la fiesta. Yo perjudico muy mucho a los pobrecitos autores de las obras audiovisuales que aparecen en mi tele a golpe de click (lo reconozco y me flagelo por ello). Los del macrobotellón dejan la plaza del pueblo echa unos zorros, además de perjudicar a sus preciosas neuronas que deben servirles para acabar complicadas carreras universitarias que adornen la pared de su cuarto (el cual no abandonarán hasta los ¿treinta y cuantos?). Y respecto a los engordadores de cuentas bancarias y a Cartman no entraré en detalles porque ya los conocemos sobradamente.

Lo que quiero decir es que todos, en una medida o en otra, hemos puesto nuestro granito de arena para que las cosas estén como estén: por pedir créditos a diestro y siniestro para darnos nuestra fiesta (un coche más grande, una tele más plana, una casa de precio más obsceno...), por consentir que muchos políticos y medios de comunicación nos tomaran por tontos sin gritarles que no lo somos, por especular si teníamos la ocasión de hacerlo, por comprar aquello que nos vendía el especulador, por no negarle el saludo al que especulaba, por agachar las orejas asustados ante el mobbing y otras lindezas laborales.........

Y ahora nos quejamos de que ESTA TODO MAL, y queremos seguir teniendo derecho a nuestra fiesta. Yo la primera, faltaría más. Pues una de dos: o forzamos la máquina para que la fiesta dure lo que pueda y cuándo reviente nos aguantamos (porque no te engañes, esto no ha reventado todavía), o buscamos una fiesta nueva con menos efectos colaterales.

¿Alguna sugerencia?

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